Esta entrada rozará lo filosófico. Se los advierto, pero no se detengan por eso. El título les parecerá raro, lo sé, pues todos sabemos que robar es malo, incluso los ladrones, pero pocos nos detenemos a pensar en el porqué, salvo cuando somos las víctimas del delito y entonces, solo lo sentimos, pero no lo razonamos. Robar es tomar algo que es propiedad de otra persona, sin su permiso y como propio, lo que implica que esta persona afectada, pierde.
Robar no es malo porque sea un pecado. De hecho, esta concepción hace más criminal a la persona que lo que la reprime del acto. Anteriormente, la concepción de que todo acto ruín fuese pecado y que por tanto, se pagaría aún después de la vida, funcionaba bien como un impedimento para el ladrón, que vivía con el temor de que aun si su crimen salía bien, lo terminaría pagando al final. Esto daba a su vez consuelo a la víctima, que creía, por su parte, que a pesar de no recibir justicia en vida, la habría tarde o temprano. Sin embargo, hoy en día, esto es poco útil, pues el ladrón tiene la concepción de que debe sobrevivir y que sus actos son una especie de justicia social (algo así como que está bien hacerlo si él es pobre, pues le está quitando a la «injusta» y mal distribuida sociedad lo que debería ser suyo por defecto), pero más importante, de que habrá tiempo para arrepentirse luego y que al final, estos pecados serán borrados y no habrán importado. Todo creyente se arrepentirá al momento de su muerte, así que, que importa haber robado? Al final, si te arrepientes de todo corazón y aceptas a Dios, cosa que harás porque nadie querrá ir a un infierno, irás al cielo. Es por esto, en resumen, que un ladrón, hoy en día, vive más tranquilo si cree en Dios. Irónico, no?
Robar no deja de ser malo y como sociedad moderna, que trasciende a las religiones, debemos educar a los nuestros con una premisa de que este acto es malo y porqué lo es. Siempre es pensado que las cosas son buenas o malas más allá de porque recibirán una recompensa o castigo. No somos animales para regirnos por políticas tan simples. Ahora bien, por qué lo es? Cuando el ladrón hace honor a su oficio, o bien, roba, toma algo que no es suyo y esto supone la pérdida de este mismo objeto para la otra persona que es la víctima. El ladrón quizá se justifique en que él está pasando un momento de necesidad, pero eso no quita que la otra persona quizá también lo esté y aún si no, el sacrificio que debió haber pasado para ser dueño justo de aquel objeto del robo. Cuando hablo de sacrificio me refiero a un precio o un esfuerzo pagado. Un ladrón puede robar lo que sea y digamos, por poner un ejemplo, un celular. Este puede no ser lo último en tecnología, pero implica más que su precio neto. Si dicho teléfono tenía un valor de 4000 pesos dominicanos, ahora, esa persona deberá adquirir uno nuevo, aún si se trata de uno más barato. Digamos que solo se compró uno de RD$2000 para salir del paso, mas los gastos generados hacienden a 6000. Esto es sin mencionar que los problemas que supondrá para la víctima el valor agregado del teléfono que si no es sentimental, en este caso aplica bien lo práctico por toda la información perdida, los contactos y demás. Seas hombre o mujer, también todas las imágenes íntimas o conversaciones privadas que pueden implicar una amenaza para ti. A todo esto, sumemos la experiencia de ser robado que si no se aprecia bien es de ser violentado. Alguien a perpetrado tu espacio y por mero capricho te ha arrebatado algo que es tuyo para sí y porque si.
Robar no es malo por que alguien lo diga. Robar es malo por todo el daño que causa a la otra persona. Como médico he vivido experiencias muy curiosas y he llegado a verme cara a cara con ambas partes del problema. Por un lado he atendido a la víctima y por el otro y por desgracia, también al ladrón. Muchos de estos ladrones son jóvenes que se asumen en una necesidad que resulta, en la mayoría de los casos, indignante. No trabajan, no hacen nada para producir dinero o por lo menos no de manera honrada, pero se plantean la necesidad de darse una vida de lujos. Saben que hay una fiesta el sábado, saben que no tienen dinero para asistir, pero saben que hay personas que si tienen dinero. Qué hacen? Salen a la calle y atracan a todo el que puedan hasta que tengan dinero suficiente para gastarse 7,000 pesos en ropa y 4,000 en la fiesta, entre bebidas y demás. Estos 11,000 pesos los consiguieron en una noche, pero 11,000 pesos es a veces el suelto mensual de dos personas de mi país, en estratos de bajos recursos o el de una persona de clase media baja, que por lo regular, son las víctimas que andan a pie e indefensa. Con esto quiero dejar dicho que la víctima trabajó un mes completo ese dinero para poder intentar sufragar las necesidades de su hogar en un país donde la canasta familiar es de casi 15,000 pesos, mientras el ladrón lo hizo, muchas veces por una supuesta necesidad que en la mayoría de los casos no lo es y solo sacrificando unos momentos. Él o ella dirá, quizá, que de donde esta persona lo sacó, podrá sacar más, pero no siempre es así. El trabajo que cuesta ganarse el dinero honradamente es mucho para que otro te lo arrebate con el único fin de hacerse la vida más fácil a sí mismo o peor, para darse lujos que ni tú mismo te das. Tu trabajas todo un mes para que en tu casa y a tus hijos no les falte nada para que otro te lo robe por el capricho de gastárselo en unos tenis nuevos para presumirlos un día, cuanto tu tienes los mismos pares de zapatos del año pasado?
Robar no es solo el daño que causa, sino también la injusticia del acto en sí. El hombre y la mujer no deberían pensar en las consecuencias que tendrá robar para ellos, que si la cárcel o el aislamiento social, sino en el daño que hacen. Ese debería ser el freno: pensar en que no quisieran ser ellos las víctimas.
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